LOS PALOS DEL CANTE
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MILONGA
De procedencia argentina tanto la milonga como la
vidalita son canciones dulces, graciosas y rítmicas; unos dicen difícil de
distinguirse o que la vidalita flamenca es una subespecie de la milonga y otros
que es la vidalita hija de la milonga cuya palabra de origen rioplatense
significa baile o lugar donde se baila mientras que vidalita viene del americanismo
videla -VIDA -vidalita Oh, VIDA-VIDITA-que se dijera en Salta de donde procede
la vidalita salteña, localidad argentina.
Dos tipos distintos de milongas encontramos en un
principio; la primera que obedece a esos cánones graciosos, rítmicos y bailables,
nos viene a través de Pepa Oro quién con su hermana acompaña a su padre el
torero Paco Oro por los años sesenta y setenta del pasado siglo en sus corridas
de toros por tierras argentinas, trayéndonos estas gaditanas esos sones
argentinos que ellas hacían al compás de tango flamenco con un estribillo al
final a modo de tanguillo, estilo en un principio bailable ya que ellas la
cantaban para sí misma mientras bailaban y que Don Antonio Chacón hizo que se
conserve al grabarla y hacerla más flamenca -para escuchar-, como la que
también nos ha llegado de Pepe el de la Matrona, ambas con ese estrambote
característico a ritmo de tanguillo que al final se distingue.
"Eran las dos de la noche
y a tu puerta llegué ufano
con la bandurria en la mano,
despierta divina flor,
despierta angel de amor,
las dos están dando ahora
y son de la madrugá
y si estás embelesá
despierta divina aurora.
-Ay cu-cú que tú me estás matando.
Ay cu-cú que yo no puedo más.
Serrana que yo me voy contigo
donde tú me quieras llevar."
El
otro tipo milonga es más triste, como si a través de ella se quisiera
manifestar las penalidades de la vida o la decadencia de nuestro país a partir
de la derrota sufrida en tierras americanas donde otrora fuera dueña y que poco
a poco fue perdiendo su hegemonía hasta llegar a l.9l0, final de una grandeza
que empezara muchos años antes.
De este tipo de milonga tenemos la que popularizó
Manuel Escacena, después de oírsela por el año 1.911 a unos toreros mejicanos
contratados por empresarios españoles, es la milonga de Juan Simón la más
famosa, la que convenció a toda España incluso a los más duros críticos de la
pureza flamenca. Tal éxito alcanzó que a partir de ella las casas discográficas
casi obligaban a los cantaores a grabar esa milonga de la que se hizo incluso
una película con este tema de Juan Simón único enterrador del pueblo, que como
dice la copla él solo llevó a su hija al cementerio y después de cavar la fosa
la enterró:
"…soy enterrador y vengo
de enterar a mi corazón…”
Sobre los años 30 aparece otra milonga de estas
características también muy popular sobre el soldado herido que nos llega a
través de Pepe Aznalcóllar.
"Dicen mis amigos que yo estoy llorando,
tú no te asombres
que desgraciao de aquel hombre
que no ha llorao ninguna vez.
Ya se le secó al arbolito
donde cantaba el pavo real,
pobre mi china queria,
ya no la vuelvo a ver más.
En Melilla un soldao
herío en el suelo cayó,
porque el ruío de un cañón
la retirada él no la oyó ,
y él decía con mucha pena:
no dejarme sólo aquí
yo no lo siento por mí
sino por mis hermanillos
que se quean huerfanillos
y no tienen más que a mí,
ten piedá de este pobre
militar."
Aunque
Escacena fuera considerado como el cantaor que más partido flamenco consiguió
interpretando estos aires americanos, el máximo difusor y especialista de la
milonga fue sin lugar a duda Pepe Marchena quién realizó un estilo de milonga
libre sin estribillo, dentro de esta línea triste y de derrotados pero con la
personalidad y grandeza que a esto imprimía
este creador de sones americanos fuera de cualquier oportunismo.
"Nos conocimos en Tampico
nos quisimos con locura
y ella muy agradecida
me trataba con ternura."
Es
importante señalar otras milongas como la de la baladilla de los tres ríos del
granadino Pepe Albaicín o la de la Niña la Puebla o las que actualmente nos
están llegando a través Ana Reverte revalorizadora de estos cantes de ida y
vuelta.
"Y mi afán es preguntar,
sin que Dios lo tome a enojo,
si a mí me falta el mirar
¿puso en mi cara los ojos
tan sólo para llorar”?
(Estrofa final de la Milonga de la Niña La Puebla)
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