ENTREGA Nº 32 22
DE JUNIO DE 2013
Flamenco
en Cádiz y los Puertos (2)
El
flamenco como todos saben es un auténtico fraguado de cultura de los distintos
pueblos que por nuestro suelo pasaron, de variadas etnias como la del pueblo
caló que va llegando a España en torno al siglo XV, se adentra a Cádiz entre el
siglo XVII y XVIII, dando el impulso necesario para que florecieran las formas
tan especiales de los cantes y la
imprimación del sello tan peculiar que sólo los Puertos y Cádiz dan a sus
estilos flamencos.
Palos básicos del flamenco son:
las tonás (antes mencionadas), La Siguiriya, La Soleá, el Tango que en La
bahía gaditana adquieren rango de
escuela flamenca. Son Cantes de Cádiz y los Puertos sin olvidarnos de esa forma
tan personalísima de nuestro cante por bulería.
Evidentemente
son formas muy nuestra la de estos palos flamenco pero donde de verdad
empezamos a sentir Cádiz con sus estilos es con las Cantiñas: Romera, Rosa,
Mirabrá, Caracoles, pregones (de las Mirris, del contrabandistas…) y las
Alegrías a la que podemos decir como pilar básico de los estilos gaditanos pues
conserva la hegemonía y supervivencia de nuestros cantes.
Siendo
el pueblo gitano tal vez quién más aporte a la generación de estos estilos
flamencos, no podemos olvidar que Cádiz ha sido umbral por muchos y variados
motivos de otras culturas y hay que hacer mención de la llegada, por mar del
otro lado del Atlántico de esclavos negros que nos traían las variopintas
formas y maneras de su folclore, sus cantos en grupo, sus comparsas.
Como
tampoco se puede olvidar la época de la guerra de la independencia con las
influencias que pudieran surgir del intercambio folclórico con los aragoneses:
sus jotas, nuestras alegrías, sus letras con las nuestras hasta producirse lo
que se llamaría jota de Cádiz o la media jota de la Alegría que tan
magistralmente nos trasmiten gaditanos como El Beni o Chano Lobato.
De
Cádiz (Puerto Real) son los primeros grandes nombres históricos que recoge el
cante flamenco: el Fillo, el Planeta, tatarabuelo de Manolo Caracol, y sobre
todo Enrique el Mellizo, que creó algunas de las principales variantes de los
estilos básicos del cante: Siguiriyas, Soleares, Malagueñas y Tangos. Se dijo
de este matarife nacido en Cádiz en 1.848 que tenía la música por dentro de la
sangre. Los cantes gaditanos se destacan del resto por su vibrante ritmo y
compás.
Otros
nombres ilustres del flamenco gaditano son: José el Granaíno, Caracol el del
bulto, Enrique el gordo, Espeleta, Aurelio Sellé, Pericón, Juan Vargas, Adela
la Chaqueta, La Perla, El Beni, Chano Lobato,
Para
los fenicios fue Gádir (Castillo), para los romanos fue Gades. Ya en este
tiempo se tienen referencias escritas sobre las Bailarinas de Cádiz (Puellae
gaditanae) que bailaban al son de los crótalos (instrumento musical parecido a
las modernas castañuelas). Esta característica, la importancia del ritmo, será
una constante en la música gaditana. La Edad Media es para Cádiz un período de
decadencia pero con la llegada de la Edad Moderna nos llegan a Cádiz el eco
americano, el desarrollo del comercio con África y las Indias. Se afincan en la
ciudad mercaderes de Flandes, Italia y otros puntos de la península, que
formarán una capa burguesa de vital importancia en acontecimientos posteriores.
El mosaico humano se ve incrementado por la
llegada de armenios, franceses, negros y gitanos, dice Fernando Quiñones que los gitanos son al
flamenco lo que la mayonesa es a la ensaladilla rusa. El pueblo caló que va
llegando a España en torno al siglo XV, se adentra a Cádiz entre el siglo XVII
y XVIII, dando el impulso necesario para que florecieran las formas tan
especiales de los cantes y la
imprimación del sello tan peculiar que sólo los Puertos y Cádiz dan a sus
estilos flamencos.
El
folklore de esta época es una suma de tendencias que van desde la pervivencia
del legado anterior, al intercambio con los aires hispanoamericanos, pasando
por la música de los negros.
Los
siglos XVIII y XIX contemplan la eclosión del Neoclasicismo, definidor del
aspecto estético del Cádiz moderno. Se desarrolla entonces el Liberalismo
burgués y se registran en la ciudad entre 1800 y 1850, 198 periódicos (Ramón
Solís: «Historia del periodismo Gaditano»). Había tres Teatros con programas en
español, francés e italiano. Desde el 24 de septiembre de 1810 hasta 1814 se
desarrollaron en Cádiz y en la cercana Isla de León (actual San Fernando), los
trabajos constitucionales de las Cortes. Su labor representó el fin del Antiguo
Régimen y el paso a la Modernidad.
Años más tarde volverá a manifestarse la vinculación del
Liberalismo con la ciudad al ser escenario del primer estallido de la
Revolución de 1868. Otros movimientos sociales como el Cantonalismo, el
Republicanismo burgués y el Anarquismo campesino, hallaron eco en estas
tierras. La pérdida de los territorios de ultramar redujo el papel de Cádiz a
astillero, base militar y puerto de escala en rutas trasatlánticas. De fines
del XVIII parecen ser las figuras de Tío Luís de la Juliana, el Cautivo, el
Fillo, el Planeta y Paquirri el Guante. Cadalso en sus «Cartas Marruecas» cita
como Cantes conocidos la Liviana, el Polo, la Caña, la Seguiriya, la Toná y la
Jabera. Además cita bailes como el Bolero, el Vito, el Tango, el Jaleo y el
Fandanguillo de Cádiz.
Del siglo XIX tenemos los escritos de Juan Ignacio
González del Castillo, autor de una numerosa variedad de Sainetes, que recoge
los Cantes y bailes de la época en Cádiz.
Flamencos:
Zorongo, Boleras, Olés, Playeras.
Españoles:
Tiranas, Tonadillas,
Bolero, Cachirulo, Romances, Fandango.
Extranjeros:
Inglesa, Chandé, Minueto.
A estos hay que añadir como propios de la tierra: Rosas
panaderas, Fandango de Cádiz y Caleseras de Cádiz. Este es el nombre que
reciben los Cantes de Cádiz. Pertenecen a este grupo:
Alegrías de Cádiz,
Mirabrás, Romeras, Caracoles, Cantiñas propiamente dichas.
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