ENTREGA Nº 60 4 ENERO
DE 2014
… Y Sevilla (6)
Cantaores Ilustres
Silverio Franconetti
Silverio
Franconetti Aguilar, nació en Sevilla en 1.831 y le bautizaron en la Parroquia
de San Isidoro. Era hijo de un militar italiano de Roma y su madre sevillana de
la localidad de Alcalá de Guadaira de una familia muy conocida en dicha ciudad.
Siendo
pequeño su familia se traslada a Morón de la Frontera, donde realiza sus
primeros estudios y aprende de su hermano mayor el oficio de sastre en una
tienda que la familia poseía, de donde
con frecuencia y con apenas diez años solía escaparse para acudir a una fragua
cercana a su casa y allí contemplaba los cantos fragüeros de los gitanos con la
desesperación de su familia que constantemente maldecían la fragua.
"Cuando vino el Santolio
los
ojos abrió
y a mí me dijo, compañerita de mi alma,
queate con Dios”.
Las
excelente condiciones que Silverio tenía para el cante y su vocación decidida
no impidió los constantes esfuerzo de sus padres en apartarlo de todo a lo que
a flamenco se refería, siendo aún mayor la vocación cuando empezara a ir por
Morón el gran maestro puertorrealeño Francisco Ortega el Fillo, quien
conoció al pequeño Silverio y viendo sus gustos y facultades empezó a
enseñarles esos cantes primitivo que el viejo maestro interpretaba en contra de
los deseos de su madre, ya viuda, que
sólo quería ver a su muchacho ayudándole con el trabajo de la sastrería. Pero
como dice Demófilo el trabajo de la madre fue en vano ya que "el pájaro
voló" y después de pasar una temporada en Sevilla dedicado ya por entero
al cante flamenco, pasó a Madrid donde pronto fue conocido por las portentosas
facultades con su cantaora y grave voz hasta el punto que el gran poeta
granadino Federico García Lorca lo definió así:
"Su grito fue terrible
los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos
y se abría el azoque
de los espejos..."
Hombre
aventurero donde los haya, Silverio
marcha por el año 1855 a Buenos Aires, invitado por su profesión de sastre,
quizá con la idea de hacer un capital suficiente para poder dedicarse por
entero a su verdadera afición, cosa que su familia por el sólo hecho de que
abandonara la profesión de cantaor y las compañías que tenía, vio con agrado;
de cualquier forma Silverio accediendo a las invitaciones se dirigió a las
tierras americanas donde permaneció durante ocho años, pero no trabajando en el
oficio de sastre para lo que se le invitó sino de picaor de toros o de oficial
en el ejército de la República de Uruguay en los tiempos de guerra.
En
el año 1.864 vuelve a España y decide dedicarse a lo que de verdad le gustaba, quería y sentía, realizando por las principales capitales de
España conciertos y dándole a esos tristes y profundos sones que escuchara en
la fragua gitana de Morón de la Frontera, la categoría de espectáculo y creando
para ello los llamados Café Cantante, tan criticados por unos pero tan elogiados por
otros afirmándose que si no llegara a ser por estos cafés cantantes, el flamenco no hubiera llegado hasta nosotros.
Sin
discusión alguna el enciclopedista Silverio fue considerado como el mejor
cantaor de todos los tiempos. En Cádiz se decía de él que era el Rey de los Cantaores, dominando desde la siguiriya, tonás, polos hasta las soleares o serranas. En sí
dominador de todo el cante grande que consiguió significar y dignificar.
Del
amplio repertorio que Silverio Franconetti interpretara hasta poco antes de
morir en el año 1.889, el padre de los
Machado, Demófilo, recoge algunas letras que este corpulento maestro en lo
físico y en lo artístico realizara por cañas, polos, siguiriyas, serranas...de
entre las que podemos destacar:
"Cualesquiera que me oyera
concoserá mi pasión;
lo que la boca no jabla
lo publica el corasón.
(Polo de Silverio aunque también se canta
por caña, tonás, livianas, javeras, malagueñas…)
"Abrase la tierra
que me quiero morir,
que pa vivir como estoy viviendo
prefiero morir."
(Cabal de Silverio grabada por Pepe el de
la Matrona)
No hay comentarios:
Publicar un comentario